18 marzo 2012

Concierto de Damien Jurado en Donostia

Demasiado tarde

Fecha y lugar
. 16/03/02. Teatro Victoria Eugenia. Intérpretes. Damien Jurado (voz, guitarra acústica), Barry Uhl (teclados), Bradley Stemke (batería), Jessiah Hurlburt (bajo), Kyle Zantos (guitarra eléctrica). Incidencias. Más de tres cuartos del aforo completo para una doble sesión doble que inauguró el getxotarra MobyDick.

A
veces sucede. Adoras a un grupo o a un artista, en casa escuchas sin parar sus discos, guardas un formidable recuerdo de su último concierto y deseas volver a verlo en directo. Ese día llega, accedes nervioso al teatro, te enfrentas por fin al reencuentro pero finalmente no ocurre lo que esperabas y la decepción se impone. ¿Un problema de expectativas o de actuación mal enfocada? ¿Tuvo el artista una mala tarde? ¿O fue el espectador quien la tuvo?

Algo de todo eso hubo, quizá, en el concierto que Damien Jurado ofreció el viernes en el Victoria Eugenia. A diferencia de su visita de 2010, en la que tocó sin banda, esta vez se hizo acompañar por cuatro estáticos músicos con los que repasó, en su orden original, los diez temas de Maraquopa (2012), su última joya discográfica. La psicodelia de Nothing is the News, los guiños electrónicos en Reel to Reel, los coros de Working Titles, el aire ochentero de Museum of Flight… Todas sonaron ricas en arreglos, perfectas y luminosas, pero sin alma, como lastradas por una inexplicable contención que por momentos ensombrecía el brillo de unas canciones fabulosas.

Sin zapatos, con calcetines blancos y aferrado a su guitarra acústica -decorada con la palabra "Home" escrita sobre un mapa de Washington y una foto de su productor Richard Swift-, el ceñudo músico de Seattle pecó de un laconismo excesivo pero brindó ejemplos de lo que podía haber dado de sí el show con una interpretación de la banda no tan robótica y con otro formato de actuación no tan sujeta al último disco. En el repertorio destacó Horizons, una majestuosa y atmosférica muestra de rock progresivo repleta de destellos psicodélicos y envolventes melodías de órgano. Después, la banda se ausentó unos minutos y Damien se quedó solo para interpretar temas preciosos como Ohio o Everything Trying. Esos momentos, cuando el grupo pudo explayarse sin freno y cuando el estadounidense defendió sus canciones al desnudo, constituyeron lo mejor, lo más emocionante de la velada.

En los bises, Damien Jurado, que hasta entonces apenas había cruzado tres frases con la audiencia y se había levantado dos veces de su silla, se transformó en un individuo sobreactuado y desbocado que parecía haber sufrido una sobredosis de Prozac: comenzó a correr en círculos sobre los instrumentos, bromeó con su banda y bajó al patio de butacas a practicar el "choca esos cinco" con la concurrencia. A modo de despedida, cantó Arkansas y Cloudy Shoes a pelo, sin amplificación y sentado con su guitarra al borde del escenario. El concierto concluyó entre aplausos: Jurado había derribado el muro invisible que él mismo había levantado entre su música y los espectadores. Para algunos, sin embargo, era ya demasiado tarde.

Publicado en el periódico Noticias de Gipuzkoa.

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